Así lo revela una investigación europea, con participación española, que alerta del peligro que suponen los puertos para estos mamíferos en toda Europa, incluso en el Mediterráneo.

“Aunque en aguas españolas no hay focas, estas especies se utilizan como biomonitores de la contaminación global”, explica Octavio Pérez Luzardo, uno de los autores del artículo publicado recientemente en Marine Pollution Bulletin, e investigador del Grupo de Investigación en Medioambiente y Salud de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

El equipo descubrió que una población de focas comunes (Phoca vitulina), procedente del estuario del río Elba (Alemania), está expuesta a mayores niveles de contaminación que otros animales que viven a cierta distancia de la costa. Actividades industriales, dragado o navegación provocan que el río sea uno de los mayores agentes contaminantes de las aguas alemanas del Mar del Norte.

“Lo que le ocurre a las focas le sucede al resto de especies que comparten su mismo ecosistema”, asegura Pérez Luzardo. Para el experto, “este tipo de estudios, repetidos con periodicidad, son importantes porque permiten seguir la efectividad de las políticas que se desarrollan para prevenir la contaminación química”.

Existe una numerosa comunidad de focas en toda Europa: en Escocia, los países escandinavos y también en el Mediterráneo, donde viven ejemplares de foca monje (Monachus monachus). De este ejemplar “también existen pequeñas poblaciones en el Atlántico (Madeira) y se encuentra en grave peligro de extinción”, advierte el investigador.

Concentraciones de metales pesados

Para realizar el estudio, los expertos midieron la concentración de 17 plaguicidas persistentes, “muchos prohibidos hace más de 30 años, pero aún presentes por su gran resistencia a la degradación”. Los investigadores analizaron también 19 tipos de bifenilos policlorados, compuestos químicos considerados los más tóxicos por sus semejanzas con las dioxinas (compuestos cancerígenos).

Estos mamíferos presentan concentraciones elevadas de varios metales y de contaminantes orgánicos clorados procedentes del río Elba. Las focas muestran, además, niveles más altos de gamma globulina o anticuerpos (mediadores en la inmunidad) comparados con otros animales que no viven en el estuario, lo que sugiere que en esa zona, existe una alta concentración de agentes que pueden producir enfermedades (patógenos).

Los metales pesados son elementos naturales que no se degradan. “La actividad humana los extrae de las minas donde se encuentran inmovilizados, los concentra y los libera al medio ambiente”, advierte Pérez Luzardo.

El estudio se realizó con cinco focas, porque son “animales adultos de vida silvestre, muy difíciles de capturar sin causarles daño alguno”, añade el investigador. En estos momentos, trabajan en otro proyecto con una muestra mayor, de 36 animales.

En la actualidad, los investigadores analizan de qué forma afecta este tipo de contaminación a los seres humanos y a especies animales como las tortugas marinas, procedentes de Canarias y Cabo Verde.



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