Para llegar a dicha conclusión en su estudio, publicado en la revista Water Resources Research, el equipo evaluó mediciones de la calidad del agua realizadas durante los últimos 140 años en la cuenca del Río Támesis.

Los investigadores del equipo, dirigidos por la Universidad de Bristol, utilizaron un modelo sencillo en el que se combinaron dos elementos: un cálculo de los nitratos en situación de sufrir procesos de lixiviación generados por las prácticas de uso y gestión del suelo y un algoritmo para localizar estos nitratos en masas de agua superficiales o subterráneas.

La cuenca del Támesis es ideal para los objetivos de este estudio, pues sus aguas se han sometido a controles de calidad desde hace 140 años y la región en general ha acogido un desarrollo agrícola innovador desde hace un siglo.

La concentración de nitratos en el Támesis aumentó drásticamente en la década de los cuarenta y de nuevo en la de los setenta. Dicha concentración se ha mantenido elevada a pesar de que se ha reducido la utilización de estos compuestos desde la década de los setenta hasta principios de este siglo.

Los datos recabados muestran que los nitratos tardan cierto tiempo en alcanzar el río y que el aumento de su concentración a finales de los sesenta hasta principios de los setenta se debió a lo que tardaron las aguas subterráneas en responder a la roturación de pastos que se produjo durante la II Guerra Mundial.

“Es necesario conocer factores como las rutas que siguen los nitratos hasta llegar al suministro de agua y cuánto tardan en alcanzar ese punto para poder equilibrar las necesidades agrícolas y las relacionadas con la necesidad de disponer aguas subterráneas limpias para consumo”, explicó Nicholas Howden, del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Bristol (Reino Unido) y autor principal del estudio. “Nuestros resultados muestran que podrían pasar varias décadas hasta que se produzca algún tipo de reducción en el nivel de nitratos en las aguas fluviales y las subterráneas tras la implantación de medidas de gran calado en las prácticas de gestión del suelo”.

Por su parte, el Dr. Fred Worrall del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Durham (Reino Unido) afirmó: “Durante las décadas de los sesenta y los setenta se produjo una intensificación gradual de la producción agrícola alimentaria y por tanto un aumento de la emisión de nitratos desde los terrenos de labranza. Si la entrada es dispersa, igualmente dispersa será la salida de los mismos. Por otro lado si es concentrada la segunda también lo será. El acuífero sólo es un medio de transporte en el que no sucede procesamiento alguno. El nitrato lo atraviesa sin retenciones”.

El profesor Tim Burt, del Departamento de Geografía de la Universidad de Durham y uno de los autores del estudio, afirmó: “Se puede calcular un balance y lo cierto es que existe una cantidad asombrosa de nitrógeno almacenándose en algún punto de la cuenca del Támesis. No se sabe dónde está ni en qué estado, pero podría ser un legado que perdure durante mucho tiempo. El producto de los cambios en el uso del suelo puede tardar décadas en filtrarse a través de la cuenca, circunstancia que presenta implicaciones de suma importancia para las políticas de gestión hídrica”.

Es necesario aplicar una estrategia a largo plazo para recuperar la calidad del agua y dar una solución a este problema. El equipo afirmó que no existe ninguna "solución instantánea". Además añadió que lo peor aún podría estar por llegar.



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