El balance de CO2 está vinculado al índice de humedad y emisiones geoquímicas, que se acentúan en periodos de sequía, y no sólo a la vegetación como se creía a hasta ahora que ocurría en los ecosistemas semiáridos como el matorral mediterráneo.

La relevancia del hallazgo radica en el Protocolo de Kioto, que ha planteado, entre otras urgencias, la necesidad de conocer los balances anuales de carbono en diversos ecosistemas terrestres para reducir el efecto invernadero.

Tras tres años de observación, desde 2004 hasta 2006, la tesis de Penélope Serrano, ha revelado que el nivel de carbono de las zonas de matorral mediterráneo asimila entre 10 y 20 veces más que las tierras de cultivo y arbóreas, respectivamente. Además se ha visto que la producción de CO2 no está solo vinculada a la vegetación, sino también a la humedad y a las emisiones de origen geoquímico que se acentúan en períodos de sequía.



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