Quien emite paga

Contaminar no es progresar, es necesario penalizar la contaminación con efecto disuasorio a todas aquellos sectores incompatibles con un mundo libre de emisiones, es la única vía para no expropiar a las generaciones futuras de un medio ambiente equilibrado. Con el paso del tiempo y gracias a una mayor conciencia social, existe un consenso sobre la necesidad de monetizar las externalidades negativas que producen las emisiones de gases de efecto invernadero, responsable de la contaminación y el deterioro de la calidad del aire.

Crece el interés de los inversores por la huella de carbono

En los últimos años, ha crecido el interés por parte de analistas e inversores en evaluar la gestión medioambiental de la empresas extendiendo su análisis al recorrido pasado, presente y futuro de las emisiones de gases de efecto invernadero, principales causantes del calentamiento global. Recientemente, S&P Dow Jones Index publicó un informe analizando la huella de carbono de las empresas y su transición a la energía limpia. 

El año pasado la agencia de calificación Moody´s anunció que analizará los riesgos de la transición del carbono basándose en escenarios de reducción de emisiones consistentes con el Acuerdo de París. En este mismo sentido, Standard & Poor´s bajó la calificación de diez grandes compañías de combustibles fósiles, petroleras principalmente.

En esta transición hacia un modelo libre de emisiones, las mayores empresas eléctricas de energía contaminante (principalmente de origen fósil) como RWE, E.on, Enel y otras más cercanas, están moviéndose hacia energías más limpias para asegurar sus números ya que la producción de energía basada en combustibles fósiles posee una rentabilidad futura cada día más comprometida. 

Un caso sangrante es el de Peabody Energy, en abril de 2016 se declaró en número rojos debido a la bajada de precios del carbón y a las crecientes regulaciones más estrictas. Las empresas responsables con vocación de futuro deben integrar sus externalidades negativas en las estrategias de negocio. 

Se podría hablar durante años sobre la necesidad de descarbonizar la economía, pero sólo cuantificando el coste de la contaminación se podrá revertir la tendencia de emisiones globales. Con la asignación de un precio justo por contaminar y la correspondiente recaudación, se puede redirigir las inversiones hacia un modelo de crecimiento económico no contaminante basado en energías renovables, transporte electrificado y abaratamiento del transporte público, rehabilitación energética de edificios, etc.



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