Es un problema creado (sin duda alguna) por nuestra generación. Hace 70 años, simplemente, el planeta no tenía que bregar con los residuos plásticos que escupe el ser humano a la naturaleza y que contaminan los mares. Porque hace 70 años, allá por 1950, la producción mundial de plástico no llegaba ni a los dos millones de toneladas al año. En 2016, el último ejercicio del que tiene datos la asociación PlasticsEurope, ya se produjeron 335 millones de toneladas.

El aumento año a año, década a década, ha sido constante e imparable: la barrera de los 50 millones de toneladas anuales se rebasó a mediados de los años setenta; la de los 100 millones, en 1990; la de los 300, durante esta década… Y si no se revierte el modelo actual, en 2050 estaremos rozando los 1.000 millones de toneladas de plástico anuales, según los cálculos realizados por Naciones Unidas. Hemos plastificado nuestro mundo. Estos polímeros artificiales derivados del petróleo son versátiles, resistentes y baratos. Y es literalmente imposible ya evitar el plástico en la vida cotidiana. En casi siete décadas (entre 1950 y 2015) se han producido en el mundo 8.300 millones de toneladas, según advertía un estudio publicado hace un año en la revista Science Advances.

Pero la clave para evitar el desastre no está tanto en reducir la producción de este material, sino en los residuos plásticos y en la forma en la que los tratamos. Es decir, la basura plástica que tarda décadas en desaparecer y que ahora nos encontramos en las playas o en el estómago de los cachalotes. Y en eso ha sido determinante el modelo económico lineal -producir, usar y tirar- en el que se instaló el mundo desarrollado desde los años cincuenta. Es ahí donde está el mayor problema, en la bajísima tasa de reciclaje, que, aunque se intenta elevar, sigue sin ser suficiente para paliar el deterioro del medio ambiente y muy insuficiente para transformar la economía en circular.

En ese mismo artículo de Science Advances se trazaba el recorrido que han seguido esos 8.300 millones de toneladas de plástico. Y solo 2.000 millones seguirían aún en uso en estos momentos en el mundo. El resto (6.300 millones de toneladas) son plásticos de un solo uso que mayoritariamente acabaron abandonados en la naturaleza o en vertederos. Solo un 9% del plástico habría sido reciclado. La Comisión Europea, por ejemplo, estima que cada año los eu­ropeos generan alrededor de 25 millones de toneladas de estos residuos. Y en la UE, que está en muchos casos a la cabeza de la conciencia medioambiental, menos del 30% del que se usa y desecha se recoge para ser reciclado.

España no es una excepción. Según los datos de PlasticsEurope, en 2016 se recogieron 2,3 millones de toneladas de residuos plásticos. Y el destino mayoritario (el 46%) fue el vertedero. Solo el 37% fue reciclado y el resto (17%) se incineró para producir energía. La Comisión ­Europea ha advertido en varias ocasiones a España de que necesita mejorar su tasa de reciclado y rebajar los desechos que terminan en los vertederos. Allí es donde va a parar, en el mejor de los casos, lo que no se recicla. En el peor, en la naturaleza; y especialmente en los mares. Se estima que ocho millones de toneladas de plásticos terminan en los océanos cada año. Parte acaban en el fondo, parte las ingieren los peces y parte son devueltas a las playas.

La tasa de depósito en Europa es mucho menor que la de España. De los 27,1 millones de toneladas que se recogen de estos residuos, el 27,3% de media en la UE (frente al 46% de España) acaba en un vertedero. El reciclado llega al 31,1% (algo por debajo del caso español) y la recuperación energética está en el 41,6%, muy por encima de la tasa de nuestro país.

El Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, organismo asesor de las instituciones de la UE, realizó en 2016 un completo análisis de la basura de una serie de playas europeas. Y la conclusión era rotunda: el 84% de los residuos encontrados durante el estudio en las playas eran plásticos. En este estudio también se creó un top ten de los residuos más presentes en las zonas analizadas que ha servido para elaborar la nueva estrategia que acaba de presentar la Comisión Europea. Se plantea, entre otras medidas, la supresión de plásticos de un solo uso como pajitas o cubiertos. El veto a este tipo de productos intenta romper con esa economía lineal que ha dominado el desarrollo económico de nuestra generación.



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