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Las plantas renovables necesitan de grandes superficies y de puntos de accesos a la red para su despliegue lo que conlleva que muchas, en especial la fotovoltaica, se instalen en suelos agrícolas provocando la sustitución de cultivos por paneles y subidas de rentas por las tierras insoportables para los agricultores.

Mientras desde el sector fotovoltaico se asegura que su impacto es insignificante, dado que en el escenario más agresivo no coparían ni el 1% de la superficie agrícola del país, desde organizaciones sectoriales y ecologistas advierten de que puede poner en peligro la soberanía alimentaria nacional.

El «boom» de la fotovoltaica está moviendo mucha inversión, sobre todo de fondos, y la búsqueda de las localizaciones más rentables hace que sea «bastante habitual» que recaigan en tierras agrícolas, incluso de regadío, como ocurre en Murcia, algo «absurdo», según el director técnico de la organización agraria COAG, José Luis Miguel.

Aunque esto es bueno para dueños de tierras porque ven multiplicada la rentabilidad de sus parcelas, para los arrendatarios es perjudicial, pues presiona al alza los alquileres en la zona y hace que muchos cultivos sean inviables.

Ordenar el despliegue de la fotovoltaica

En Madrid, sólo entre la A-2 y la A-3, hay 34 proyectos fotovoltaicos en los terrenos más productivos de la región y, aunque no se sabe cuántos se ejecutarán, solo la posibilidad de que se lleven a cabo ha hecho que las rentas se disparen hasta 1.500 o 1.700 euros por hectárea/año, frente a los 60 o 70 euros que puede pagar un agricultor.

Así es «inviable» seguir trabajando el campo, según el secretario general de UPA en Madrid, Jesús Anchuelo, que denuncia que si no se llevan las plantas a zonas menos productivas es porque para las empresas «no es rentable» estar lejos de las subestaciones. En su opinión, los gobiernos deberían ordenar el despliegue renovable para evitar que se pierdan «muchas hectáreas de cultivo» y para impedir que siga creciendo la «burbuja especulativa».

Según Luis Bolonio, portavoz de la Alianza Energía y Territorio (Aliente), que agrupa a más de 190 científicos y organizaciones ecologistas y vecinales, perder hectáreas de cultivo es una «locura» porque pone en peligro tanto la biodiversidad como la soberanía alimentaria del país.

Lamenta que la transición ecológica se esté haciendo sin orden y sin contar con la opinión de los agricultores y que lo primero que se tendría que haber hecho es evaluar el potencial fotovoltaico en suelos degradados, en los que, según cálculos preliminares, «cabría todo el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC)».

Renovables, único tren para muchas zonas rurales, según UNEF

Se calcula que cada megavatio fotovoltaico ocupa 2 hectáreas (más de dos campos de fútbol). En España ya hay instalados 14,7 gigavatios (GW) fotovoltaicos, la gran mayoría en suelo, y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) prevé que se alcancen los 39 GW en 2030, aunque ya se han aprobado solicitudes de conexión a la red por unos 100 GW.

Según el director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), José Donoso, en el hipotético e imprevisible caso de que los 24,3 GW necesarios para cumplir el PNIEC se pusieran en suelo cultivable sólo ocuparían el 0,3% de la superficie total de cultivo.

Además, las renovables suponen una gran oportunidad para las zonas rurales «donde no tienen otro tren». La fotovoltaica, genera riqueza donde se instala porque multiplica por diez la rentabilidad de un terreno y porque los ayuntamientos ingresan de media de 10.000 euros por MW/año.

No obstante, conscientes de que ocupan territorio y de que esto genera contestación social, han puesto en marcha un certificado de excelencia para reforzar la biodiversidad dentro de las plantas y para que cuando lleguen al final de su vida útil (25 o 30 años), el terreno esté mejor de lo que estaba.

La agrovoltaica, ¿una solución?

Para ello, abogan por evitar el uso de hormigón y fitosanitarios, que se utilice ganado para el desbroce de los terrenos e instalar humedales, nidos, hoteles de insectos o colmenas, al tiempo que testan la viabilidad de cultivar bajo o junto a los paneles, práctica bautizada como «agrovoltaica».

Según el responsable de Innovación Medioambiental de Endesa, Roberto Andrés, además de reforzar la biodiversidad dentro de sus instalaciones, están testando la viabilidad de combinar agricultura/ganadería con energía ante el conflicto surgido al compartir espacios. Así, en plantas fotovoltaicas de Badajoz, Murcia y Sevilla cultivan aromáticas, plantas medicinales, gramíneas, leguminosas y de especies hortofrutículas, entre otras; usan animales para el desbroce de los terrenos o han instalado colmenas.

«Energía solar y sector primario han demostrado que no solo conviven en un mismo espacio, sino que se complementan y benefician de cada una de sus actuaciones», según el responsable de Medioambiente en proyectos renovables de Iberdrola, Juan Ignacio Gómez.

La eléctrica desarrolla iniciativas para mejorar la eficiencia y competitividad de estas instalaciones y el aprovechamiento del terreno, avanzando, al mismo tiempo, en su compromiso de preservar la biodiversidad. La instalación de colmenas en la planta de Andévalo (Huelva), el pastoreo de ovejas en Núñez de Balboa (Badajoz) o las plantaciones experimentales de viñas en Castilla La Mancha y tomates bajo la sombra de paneles solares en Extremadura, son algunos ejemplos.

Fuente: El Periódico de la Energía,

Artículo de referencia: https://elperiodicodelaenergia.com/fotovoltaica-una-amenaza-para-la-agricultura-y-la-soberania-alimentaria/,



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