Un grupo español de vulcanólogos, adscritos al Cabildo de Tenerife, desafía el peligro de los volcanes filipinos para estudiar las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

Tras analizar cráteres y lagos volcánicos en medio mundo, desde Italia hasta Ecuador pasando por Islandia y Nicaragua, el equipo del Instituto Tecnológico y de Energías Renovables (ITER) de Canarias ha descendido a los volcanes activos del Pinatubo y el Taal, al norte del archipiélago filipino.

Los cuatro miembros del ITER, acompañados por colegas filipinos, realizan parte de su misión en el Taal, donde distintos equipos evalúan las emisiones de gases en el tórrido cráter, en el lago que rodea al volcán y en la falda del monte.

El trabajo del grupo español, formado por Gladys Melián, Eustaquio Villalba, Nemesio Pérez y Pedro Hernández, ayudará a conocer con exactitud la cantidad de CO2 procedente de la actividad volcánica en todo el mundo.

El cráter del Taal es un verdadero hervidero donde un lago interior, de 70 metros de fondo, alcanza temperaturas de 40 grados centígrados y la tierra exhala fumarolas de vapor y gases de hasta 100 grados, que convierten la tierra en su derredor en barro hirviente.

El azufre y la alta acidez del agua, unido a la humedad y el calor, dejan un olor enrarecido en el ambiente que atosiga aun más a los científicos en su trabajo.

Nemesio Pérez, director del grupo y que ha pasado más de 23 años escalando volcanes, explicó a Efe que, aunque se toman todas las medidas de seguridad, el riesgo es un factor inherente al trabajo de los vulcanólogos.

Pérez no se intimida por el Taal, donde la expedición proseguirá hasta el 19 de abril, y aseguró que en esta misión no corren más peligro "que el que puede tener cualquier otro trabajo".

Explicó que siempre tuvo vocación por los volcanes, pues nació en la isla de Tenerife, coronada por el Teide, el volcán-montaña más alto de España.

"Detrás del jardín de mi casa había un volcán y eso te marca", ironizó Pérez.

El volcán Taal ha entrado en erupción tres veces en las últimas dos décadas, si bien la más destructiva fue la que tuvo lugar en 1911, cuando una nube tóxica, con altas concentraciones de azufre, mató a más de mil personas de las poblaciones cercanas.

En los últimos años, la alerta ha aumentado debido a los movimientos sísmicos y hasta géiseres eventuales en el lago Taal, cuyas aguas rodean el volcán del mismo nombre. A pesar del peligro, más de mil personas viven en la misma isla del volcán, donde se ganan la vida con el turismo.

Filipinas forma parte del Anillo de Fuego del Pacífico, un área de gran actividad sísmica y volcánica, y tiene 200 volcanes, 20 de ellos activos.

Las erupciones imprevistas no son habituales hoy en día, gracias a los adelantos científico de alerta, pero siempre hay excepciones, como el volcán Raoul, en Nueva Zelanda, que estalló en 2006 sin que fuera detectado previamente y causó la muerte de un funcionario del ministerio de Conservación.

Además de las erupciones, el estudio de los volcanes entraña otros peligros como los deslizamientos de tierra, que provocan desprendimientos de rocas o zanjas en el suelo, el barro ardiente de las fumarolas de vapor y las posibles caídas por las empinadas pendientes del cono.

Durante una expedición a un volcán de Islandia, el miembro del ITER Pedro Hernández introdujo el pie en un charco de barro hirviendo que le provocó quemaduras de tercer grado en la pierna.

Este grupo de científicos proseguirá su investigaciones volcánicas en México, Indonesia y en la Antártida, donde se alojarán en la base española Juan Calos I .



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