La corona de las flores está formada por surcos de escala nanométrica en la superficie de los pétalos que dispersan partículas de luz en el espectro de azul a ultravioleta, lo que genera un efecto sutil que los científicos han denominado halo azul.

Flores

Expertos de la Universidad de Cambridge, el Real Jardín Botánico de Kew (ambos en Reino Unido) y del Instituto Adolphe Merkele (Suiza) crearon superficies artificiales que asemejan a los halos azules para probar su efecto en los polinizadores, en este caso abejorros en busca de alimento.

El resultado al que llegaron fue que las abejas pueden ver el halo azul y usarlo como «una señal para localizar flores de una manera más eficiente», según un comunicado.

El desorden tiene una razón

Aunque los bordes y surcos en la superficie de los pétalos se alinean «como un paquetes de espaguetis», al analizar diversas flores los investigadores descubrieron que esas estrías varían en peso, profundidad y separación, aunque «todas producen el mismo efecto de halo azul».

Una de las autoras del estudio, Beverley Glover, de la Universidad de Cambridge, explicó que siempre habían sumido que el desorden que veían en los pétalos de las flores era «un subproducto casual de la vida, que las flores no podían hacerlo mejor».

Por lo que consideró una «auténtica sorpresa que ese mismo desorden es el que genere una importante señal óptica que permite a las abejas encontrar flores de una manera más eficaz».

Los expertos han encontrado diversos ejemplares de pétalos que producen el halo azul entre los mayores grupos de flores, las monocotiledóneas (como los tulipanes) y las eudicotiledóneas (el trébol o los cactus), que surgieron durante el periodo Cretácico, hace unos cien millones de años, coincidiendo con la evolución temprana de insectos como las abejas que liban néctar.

Fuente: 20minutos,



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