Relámpago del Catatumbo, Venezuela (anomalía eléctrica)

Con 297 días de tormentas al año, el lago Maracaibo es un gigantesco generador que lanza unos cuarenta rayos y relámpagos por minuto durante varias horas al día desafiando a la ciencia.

El fenómeno se conoce como Relámpago de Catatumbo, y se da con más intensidad en la zona sur del lago -el mayor de Sudamérica, con 13.000 km2- y en la cuenca inferior del río Catatumbo.

El resultado es un promedio de 1.176.000 relámpagos anuales. El origen de este bombardeo es objeto de debate. Algunos científicos aludieron a la presencia de uranio en los terrenos circundantes.

Recientemente un equipo de físicos ha relacionado la abundancia de tormentas con aparato eléctrico con las emanaciones de metano procedentes de los grandes yacimientos petrolíferos de la región. Sin embargo, la tesis predominante tiene más que ver con la configuración geográfica de la cuenca del lago y los ríos que vierten en él.

Lago

Según Rachel Albrecht, climatóloga de la Universidad de São Paulo (Brasil), “se trata de un lago inmenso con clima tropical que además está rodeado por las montañas de los Andes: el escenario perfecto para que se desarrollen tormentas”.

Rodrigo Bürgesser, experto en meteorología de la Universidad de Buenos Aires, añade que “el aire extremadamente cálido y húmedo que traen las brisas del sur se ve bruscamente obligado por la topografía a remontar en altitud. Durante la ascensión, se va enfriando y forma cristales de hielo y granizo que, al colisionar entre sí, generan electricidad”.

El resultado es una descarga de relámpagos de tal potencia que modifica la química de la atmósfera.

Por eso Maracaibo es la mayor fuente natural de ozono terrestre -produce casi el 10 % del ozono atmosférico del planeta- y también un motivo de preocupación para la seguridad de sus habitantes, el transporte aéreo, las comunicaciones y las actividades industriales de la región, como la pesca y la extracción de petróleo.

Volcán de Barro Lusi, Indonesia (anomalía volcánica)

El 29 de mayo de 2006, una brutal erupción sacudió Sidoarjo, en la isla de Java. Las emanaciones de gases, sedimentos y lodo causaron trece muertos y obligaron a desplazarse a más de 40.000 personas. 

Hoy, doce años después, el volcán que se formó sigue vomitando más de 10.000 metros cúbicos de barro nauseabundo al día. Los volcanes de lodo son formaciones menores del relieve constituidas por un cráter y un cono cuyo origen no está relacionado con el verdadero vulcanismo.

No expulsan lava, sino barro a unos 100ºC y se suelen originar en zonas donde hay yacimientos petrolíferos por emanaciones de gases que empujan a los materiales arcillosos hasta la superficie y forman conos de poca altura que cubren grandes extensiones de terreno.

El de Sidoarjo abarca una superficie de 12 km2 y ha sido bautizado como Lusi (de lumpur Sidoarjo, «barro de Sidoarjo», en indonesio). El caso intriga a los científicos, pese a que los volcanes de lodo no son excepcionales.

Hay más de 600 en el planeta, pero producen “emisiones frías de forma intermitente, mientras que Lusi es como un géiser”, dice el geólogo de la universidad suiza de Neuchâtel Stephen Miller.

Este experto cree que fue un terremoto ocurrido dos días antes en Yogyakarta, a 250 km de distancia, el origen de la erupción. De acuerdo con un estudio publicado en 2013 en Nature Geoscience, algunas capas de roca al moverse habrían amplificado la expansión del movimiento sísmico hasta licuar una gran masa de arcilla subterránea.

Licuefacción

La licuefacción liberó gran cantidad de gases que impulsaron el lodo a la superficie y crearon un sistema hidrotermal que sigue activo. Sin embargo, otros científicos aluden a causas humanas.

En 2008, un estudio de Earth and Planetary Science Letters apuntó a la perforación de un acuífero llevada a cabo el día anterior a la erupción por la compañía petrolífera Lapindo Brantas.

Según sus autores, Richard Davies y Mark Tingay, el agua saliendo a alta presión habría originado el lodo que brotó a la superficie. Estos geólogos señalan que la zona había sufrido en años anteriores veintidós terremotos de intensidad superior sin que pasara nada.

Su hipótesis fue reforzada en 2015 por otro estudio de Nature Geoscience, en el que también participó Tingay. Mostraba que los primeros lodos expulsados por el volcán habían surgido a más de 2.500 metros bajo tierra, lo que no encaja con la hipótesis del terremoto.

En opinión de Tingay, “la fuente inicial del flujo estaba a la misma profundidad que había alcanzado la perforadora de Lapindo Brantas”.

Fuente: Muy Interesante,



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