La influencia que tiene la Luna en las erupciones volcánicas

 

A lo largo de la historia, ciudades enteras han quedado sepultadas bajo la lava tras las repentinas erupciones de volcanes. Las ruinas de Pompeya, cerca de Nápoles, son uno de los mejores testimonios de cómo el Vesubio y otros gigantes de la naturaleza son capaces de acabar con la vida en un instante.

Hoy en día, millones de personas en todo el mundo siguen viviendo cerca de volcanes activos a pesar de que éstos pueden empezar a rugir en cualquier momento. En la actualidad, hay una treintena de volcanes en el mundo en erupción. Este miércoles, el Mayon, en Filipinas, ha escupido una columna de cenizas de cinco kilómetros de altura que elevó a 61.000 el número de personas desplazadas desde que el 13 de enero comenzó a emitir lava.

Aunque llevan mucho tiempo intentándolo y tienen algunas pistas, los científicos siguen sin poder determinar con exactitud cuándo una de estas montañas va a entrar en erupción. Cada volcán es distinto y según el tipo de erupción, cuentan con más o menos señales de alerta.

«Cuando las erupciones son muy grandes e involucran ascenso de magma a la superficie, normalmente se ven señales, aunque no se puede saber el momento en el que va a entrar en erupción. Suelen ser sismicidad, deformación, variación en las emisiones de gases o cambios en la señales de gravedad. Pero las erupciones de tipo freático, que son aquellas en las que básicamente se produce una explosión de gas, son mucho más difíciles de predecir que las que involucran magma», explica Társilo Girona, investigador del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA.

«No hay un patrón concreto de erupción», señala en conversación telefónica con EL MUNDO desde California. «La del volcán filipino de Mayone empezó siendo freática, pero la explosión de gas derivó en magmática».

Según relata, su objetivo era estudiar si había alguna correlación entre los ciclos de las mareas y la actividad volcánica pues desde hace mucho tiempo se ha intentado determinar si existía. «El problema es que no había datos suficientes. Aquí afrontamos el problema desde un ángulo distinto, viendo si las fuerzas de la marea generan alguna señal detectable que indica que el volcán está en un estado crítico», relata.



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