¿Qué importancia tiene la Agenda 2030 para España?

Se cumplen dos años del nacimiento de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. El aniversario coincide con informes que certifican que no vamos en la buena dirección: el hambre, según la FAO, aumenta por primera vez en 15 años y afecta a una de cada diez personas; 40 millones de personas son víctimas de la esclavitud moderna y el trabajo infantil afecta a 152 millones de niños y niñas. El planeta encadena 392 meses seguidos con temperaturas por encima de la media histórica. La brecha social en nuestro país vuelve a crecer y alcanza niveles obscenos: 58.000 nuevos ricos y 1,4 millones de pobres en cuatro años.

El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, en su intervención en la Asamblea General de la ONU, alertó que la comunidad global estaba desintegrándose en conflictos, un nacionalismo creciente y la amenaza nuclear y denunció las siete amenazas que afectan al planeta -entre ellas las desigualdades económicas y sociales, el cambio climático o la violación sistemática de los derechos de las personas migrantes y refugiadas-.

En este panorama, cientos de eventos en todo el mundo nos recuerdan que hace dos años, 193 gobiernos firmaron un conjunto de acuerdos que se denominaron Agenda 2030. Se trata de una agenda de desarrollo que concierne a todos los países y que está formulada en torno a cinco ejes -planeta, personas, prosperidad, paz y alianzas-, 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 Metas. 

La Agenda invita a una acción concertada para resolver o minimizar los graves problemas del actual contexto internacional: pobreza en sus múltiples dimensiones, desigualdad creciente y en picos históricos, desempleo y precariedad laboral, colapso climático-ambiental, degradación de la calidad democrática y de los derechos, procesos de concentración de poder y militarismo, reducción de los espacios cívicos y de participación de la sociedad civil, y retrocesos en los procesos emancipadores de las mujeres.

La Agenda propone avances importantes respecto a la agenda de desarrollo precedente -los Objetivos de Desarrollo del Milenio- y abre oportunidades para avanzar por la senda del desarrollo sostenible, la justicia social, la calidad democrática y las políticas públicas, los derechos humanos, la igualdad de género, la coherencia de políticas y las políticas de cooperación internacional. 

Sin embargo, su implementación no está exenta de riesgos: retardo en su puesta en marcha, irrelevancia política frente a otras agendas, la desconexión con la ciudadanía y los agentes clave, el no enfrentar los cambios profundos desde la raíz de los problemas sistémicos y caer en la tentación de una implementación oportunista de “traje a medida” o lavado de imagen.

Es una agenda política que está en disputa con otras propuestas que desde el status quo pretenden resolver dichos problemas por la vía del crecimiento ilimitado a cualquier coste social o ambiental, el ultranacionalismo y el ultraliberalismo económico, los acuerdos comerciales opacos, la carrera armamentística, la xenofobia y el cierre de fronteras.



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