Las normas que rigen el comercio internacional de productos alimentarios y agrícolas deben elaborarse prestando atención a mejorar la seguridad alimentaria de los países y otros objetivos de desarrollo. Para ello se necesita un enfoque pragmático que alinee las políticas agrícolas y comerciales a nivel nacional, argumenta un nuevo informe de la FAO.

 El aumento previsto en el comercio mundial de productos agrícolas, junto con los patrones cambiantes del comercio y las múltiples amenazas que pesan sobre los suministros globales, darán al comercio y su gobernanza una mayor influencia sobre la dimensión y la naturaleza de la seguridad alimentaria. Como resultado, el reto para los responsables de las políticas consiste en garantizar que este aumento "trabaja a favor, y no en contra, de la eliminación del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición", según El estado de los mercados de productos básicos agrícolas.

 La nueva edición de este informe de la FAO busca reducir la actual polarización de puntos de vista sobre el comercio agrícola, donde algunos insisten en que el libre comercio permite contar con alimentos más accesibles y disponibles, mientras que otros, apuntando a la reciente etapa de volatilidad de los precios alimentarios, subrayan la necesidad de un enfoque más cauteloso hacia el comercio, incluyendo diversas salvaguardias para los países en desarrollo.

 Subtitulado "Comercio y seguridad alimentaria: Lograr un mejor equilibrio entre las prioridades nacionales y el bien colectivo" el informe SOCO (por sus siglas en inglés) enfatiza que el papel del comercio varía enormemente en función de las características del país, tales como ingresos, estructura económica y de la tenencia de la tierra, nivel de desarrollo agrícola y grado de integración de los agricultores en las cadenas globales de valor. En medio de tal variedad de condiciones domésticas, las normas internacionales para formular las políticas comerciales nacionales deberían apoyar los esfuerzos para mitigar las distorsiones que afectan a cualquiera de las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad.

 Equilibrar los objetivos a corto y a largo plazo está adquiriendo una importancia vital, considerando que la naturaleza de las distorsiones varía enormemente y que los vaivenes de los mercados ocurrrirán posiblemente con mayor frecuencia debido a las incertidumbres de tipo geopolítico, climático y las inducidas por las políticas. Si bien los esfuerzos para intervenir y blindar los mercados internos de la volatilidad de los precios mundiales pueden de hecho conducir a una mayor volatilidad de los precios internos, los incentivos agrícolas desempeñan un papel importante para impulsar la producción agrícola y su eficiencia y fomentar un mayor crecimiento económico.

Una década de grandes cambios 

 El escenario del comercio mundial ha cambiado notablemente en la última década, en la que solamente el comercio de alimentos se ha casi triplicado en términos de valor, impulsado en especial por las frutas, hortalizas, pescado, carne y productos lácteos, todas ellas categorías de valor elevado, donde las normas son en general más importantes que en productos básicos como los cereales.

 Además, hay cambios en la geografía económica. América Latina se ha convertido en el mayor exportador neto de alimentos -sustituyendo a América del Norte- y marcando el comienzo de un nuevo mapa político de los flujos comerciales Sur-Sur. Mientras tanto, han proliferado los acuerdos comerciales regionales, y si bien las importaciones de productos agrícolas tiende a dispersarse entre muchos países, las exportaciones están concentradas en unos pocos -como Brasil con el azúcar, o los Estados Unidos con los cereales secundarios- lo que hace la oferta más vulnerable a perturbaciones repentinas .

 Al mismo tiempo, nuevas y más sutiles dinámicas orientan cada vez más las pautas del comercio, incluyendo la aparición de cadenas de valor globales y la integración vertical dentro de la producción y la comercialización agrícolas. Estos cambios -en los que la fuerza y la estandarización de los mercados importan tanto como los precios- plantean dudas sobre la presunción de que los mercados competitivos y los esfuerzos tradicionales aprovechan las ventajas comparativas, aunque la participación en las cadenas de valor ofrece también importantes oportunidades de generación de ingresos a los pequeños agricultores.

 La "revolución de los supermercados" en muchos países en desarrollo también está cambiando el equilibrio de oportunidades y riesgos. Por un lado, las cadenas minoristas compran a menudo directamente los productos, transformando hábitos, como demuestra la rápida reducción de la cuota de mercado de las tres principales empresas bananeras multinacionales: del 70 por ciento en 2002 a 37 por ciento en la actualidad. Por otro lado, mientras que los supermercados tienden a beneficiar a los consumidores urbanos de bajos ingresos, los productores pueden verse perjudicados si carecen de capacidad para realizar las inversiones necesarias para cumplir con las normas de volumen, coste, calidad y uniformidad.

Enfoque en los hechos y la flexibilidad

 El informe SOCO ofrece un contrapunto con matices al frecuente enfrentamiento ideológico entre los defensores de los mercados abiertos y de los protegidos, que a menudo deriva de las diferencias en las definiciones de comercio y seguridad alimentaria. En realidad, los países pueden seguir diferentes estrategias en el continuo de las políticas, desde priorizar su producción propia hasta contar con mercados más abiertos en diferentes momentos de su trayectoria de desarrollo, dependiendo de cómo cambien sus circunstancias con el tiempo.

 Por otra parte, la distinción entre mercados formalmente protegidos y liberales a menudo se difumina según la manera en que las normas comerciales realmente se implementan. Por ejemplo, mientras que los países menos adelantados (PMA) se reservan el derecho de aplicar aranceles de importación más altos (los denominados "tipos arancelarios consolidados"), seguidos por los países en desarrollo y los aranceles más bajos en los países desarrollados, en realidad casi no hay diferencia en los aranceles efectivamente aplicados por los tres grupos

 Las políticas apropiadas a menudo dependen en la medida en que los mercados nacionales estén desarrollados y se comporten de manera competitiva y ofrezcan a los participantes herramientas para gestionar el riesgo. Cuando aún no se cumplen estos requisitos, "las políticas internas de apoyo no deberían ser rechazadas de plano" argumenta el SOCO.

 Incorporar la seguridad alimentaria –en si misma una función de múltiples sectores de economías que cambian con el tiempo- en el proceso de toma de decisiones de las políticas comerciales, es una manera de hacer del comercio un "facilitador" del desarrollo sostenible y del objetivo central de erradicar el hambre.



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