Hasta hace unos años los agrocombustibles se consideraban una opción muy importante para reducir las emisiones de carbono, debido a su supuesta neutralidad de emisiones: el carbono capturado por la planta de la atmósfera es el mismo que el emitido al quemarse. Bajo esta premisa, la UE ha hecho de la política de expansión de los agrocombustibles una de las banderas de su lucha contra el cambio climático.

60% de las energías renovables en 2020

La previsión de la UE es que el 60% de las energías renovables en 2020 (20% del total) se basen en la biomasa. En ese marco, la Directiva de Energía Renovable (RED, por sus siglas en inglés) exige que los agrocombustibles utilizados signifiquen un ahorro de al menos el 35 % (el 50% a partir de 2017) de emisiones de carbono, en relación a lo que emitirían los combustibles fósiles.

BirdLife, Transport & Enviroment y European Enviromental Bureau (Ecologistas en Acción forma parte de las dos últimas redes) son los promotores del informe que se presenta: "Bioenergía: una bomba de tiempo en la contabilidad del carbono", que a su vez recoge los resultados de dos estudios.

Lucha contra el cambio climático

Ambos estudios muestran que la actual política de la UE de agrocarburantes y biomasa probablemente no sirva para luchar contra el cambio climático. El objetivo de la UE no es alcanzable con producción local y sostenible, por lo que son necesarias importaciones y usos abusivos de suelo. Las consecuencias son un mayor calentamiento global, pérdida de biodiversidad, disminución de masas forestales, o de carbono capturado en los suelos, y vulneración de derechos humanos.

Ecologistas en Acción considera necesario, a la luz de los datos presentados y otros que puedan aparecer en próximos trabajos, que la UE modifique sus objetivos de uso de biomasa y, sobre todo, su modelo de utilización de esta fuente energética. La lucha contra el cambio climático tiene que partir de una importante reducción en el consumo de energía, y de asegurar reducciones reales de emisiones con criterios de sostenibilidad, mediante el análisis de ciclo de vida completo de las energías renovables.

El primer estudio, "La deuda de carbono de la bioenergía", analiza el tiempo que tardará el carbono de origen vegetal que se ha quemado en volver a ser fijado en una nueva planta, compensando así las emisiones realizadas. Si la biomasa se emplea para sustituir combustibles fósiles, se producirá un beneficio cuando las emisiones generadas por su quema sean menores que las derivadas de los combustibles fósiles.

Los resultados son muy diferentes dependiendo del tipo de material. El proceso es beneficioso desde el principio, aunque no tiene emisiones nulas, si se trata de residuos forestales, o en el caso de conversión de tierras de cultivo a bosques. Pero en el caso de bosques explotados intensivamente estos beneficios pueden tardar entre 2 y 3 siglos en producirse, lo que será demasiado tarde para luchar contra el cambio climático. Este elemento temporal es ignorado en la normativa energética europea, que prevé una reducción de emisiones para 2020 basándose en esta fuente de energía.

Biofueles: cambio de uso de la tierra indirecto e impacto climático

El segundo de los informes, "Biofueles: cambio de uso de la tierra indirecto e impacto climático", es el que pone más en duda la política de la UE. Denuncia que no se están teniendo en cuenta las emisiones debidas a los cambios indirectos de uso del suelo (ILUC, por sus siglas en inglés). A menudo los agrocombustibles reemplazan a cultivos de alimentos o pastos para ganado, que son reubicados en otras zonas (bosques, pastos, turberas) ricas en CO2. Esto provoca una liberación de CO2 que no es contabilizada.

Según distintos modelos, incluir los ILUC significa sumar emisiones de CO2 que van desde 2/3 hasta 6 veces la huella de carbono total del gasoil o la gasolina. La demoledora conclusión es que para la mayoría de los cultivos (exceptuando algunos tipos de etanol y sólo en determinadas condiciones) no se cumplen los ahorros de emisiones que establece la propia UE en RED y que, según algunos de los modelos, algunos agrocombustibles son mayores emisores de CO2 que los combustibles fósiles.

En resumen, aunque las incertidumbres de los resultados son altas, en buena medida por la dificultad de disponer de datos suficientes y por la complejidad propia de la biosfera, las conclusiones muestran que es imprescindible una revisión de las políticas sobre los usos energéticos de la biomasa por parte de la UE para asegurar que no terminarán acelerando el cambio climático. 



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