La intención del Ministerio es que España pueda descontar de sus emisiones de gases de efecto invernadero las toneladas compensadas, facilitando así el cumplimiento de los compromisos internacionales en materia de lucha contra el cambio climático.

A medida que van creciendo, las plantas fijan en sus tejidos el carbono procedente  de los gases de efecto invernadero que hay en la atmósfera. Por ello, gobiernos y empresas han fijado su atención en la plantación de árboles como forma de retirar CO2 de la atmósfera. El borrador de Real Decreto establece que se utilizarán datos específicos de crecimiento para cada especie y región de España.

Este planteamiento favorece la plantación de árboles, que es un mecanismo de absorción de carbono menos seguro y eficaz que la conservación de los bosques ya existente a través de una buena gestión forestal. Es evidente que un árbol adulto fija mucho más carbono que un arbolillo de uno o dos años de edad, que son los más empleados en reforestaciones.

Las especies de frondosas autóctonas, como encinas, robles, alcornoque y quejigos, tienen un crecimiento muy lento y, por tanto, en sus primeros años de vida no hacen una gran contribución a la lucha contra el cambio climático, que es, sin embargo, un reto que hay que afrontar de manera urgente. Por ejemplo, cabe esperar que una encina plantada cuando tiene un año fije en su primeros doce meses tras la plantación unos 40 gr de CO2, mientras que un coche de tipo medio emite 130 gr/km. Por otra parte, las reforestaciones presentan a menudo elevadas mortalidades, y los árboles secos se convierten en emisores de carbono.

En contraposición, una correcta gestión forestal incrementaría la biomasa y, por tanto, la fijación de carbono, en las superficies de bosque en proceso de regeneración sobre zonas agrícolas o ganaderas abandonadas. Estos bosques están compuestos por endebles pies procedentes de rebrote, no de semilla. Por tanto, además de que crecen en elevadas densidades que aumentan su combustibilidad y, en consecuencia, la emisión de CO2 si se producen incendios, a la larga no tendrán la misma vitalidad que los árboles germinados de semilla, siendo más vulnerables a las plagas, con la consecuente liberación de carbono si los árboles mueren.

Evitar la muerte de un árbol maduro garantiza una absorción de carbono equivalente a la realizada por decenas de árboles jóvenes. La comunidad científica sostiene que en las zonas de clima mediterráneo el calentamiento global aumentará los fenómenos meteorológicos extremos, lo cual debilitará a los bosques y aumentará el número de incendios forestales, acentuando así el círculo vicioso del desequilibrio climático. La gestión forestal sostenible es la única forma de amortiguar estos impactos.

El aprovechamiento energético de los residuos forestales y la sustitución de materiales intensivos en carbono por madera en los sectores de la construcción, rehabilitación y decoración contribuyen a hacer viable la gestión forestal sostenible y redundan en menores emisiones de gases de efecto invernadero. Por ello, Reforesta considera que el Ministerio debería abrir la puerta a la formulación de proyectos integrados de gestión forestal, bioenergía y fomento del uso de la madera.

Según Miguel Ángel Ortega, Presidente de Reforesta, “nuestras propuestas son más ambiciosas, pero si se tienen en cuenta contribuirán a hacer las cosas bien y a evitar transmitir al ciudadano el mensaje de que el problema del cambio climático se resuelve plantando árboles, cuando lo verdaderamente efectivo es reducir las emisiones”.



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