La extensión del hielo marino sobre el Ártico podría alcanzar un nuevo mínimo histórico este año. En los últimos cinco años se han registrado los valores más bajos desde que comenzaron las observaciones con satélites en los años setenta.

Los satélites de observación de la Tierra permiten medir con precisión la extensión de hielo marino sobre zonas inaccesibles como el Océano Ártico.

Este año, la extensión de la banquisa ártica ya es comparable al mínimo histórico registrado en el año 2007.

Los resultados se basan en los datos recogidos por el sensor japonés que viaja a bordo del satélite Aqua de la NASA.

Otros grupos de expertos, como el Centro Nacional Estadounidense de Datos sobre Nieve y Hielos (NSIDC), creen que todavía no se ha alcanzado el récord de 2007, aunque no descartan la posibilidad de que se alcance en las próximas semanas.

Los distintos grupos de investigadores utilizan diferentes técnicas para estimar la extensión del hielo marino a partir de los datos proporcionados por los satélites, aunque las diferencias en sus resultados son prácticamente despreciables

“Parece que nos encontramos ante una muestra del calentamiento antropogénico del planeta, con consecuencias a escala global”, comenta Georg Heygster, de la Universidad de Bremen.

“Una consecuencia directa es la reducción drástica del hábitat y del sustento de un gran número de pequeños animales, algas, peces y mamíferos, como los osos polares o las focas”.

Los científicos ya habían anticipado la posibilidad de que este año se alcanzase un nuevo mínimo histórico, en especial cuando los satélites detectaron que las dos principales rutas marítimas del Ártico se abrían simultáneamente en el mes de agosto – una clara prueba del fuerte deshielo de este año.

Satélites de observación

Durante los últimos 30 años, los satélites de observación de la Tierra han sido testigos de cómo la extensión mínima (medida a finales del verano) de la banquisa se reducía a la mitad, pasando de los 8 millones de kilómetros cuadrados a principios de los ochenta al mínimo histórico de tan sólo 4 millones de kilómetros cuadrados en 2007.

Actualmente, se está estudiando la evolución del hielo marino con una gran variedad de sensores espaciales. Los radares, como el embarcado en el satélite Envisat de la ESA, son capaces de tomar imágenes de alta resolución a través de las nubes y en la oscuridad, lo que es particularmente útil a la hora de estudiar el Ártico, una región en la que son frecuentes las condiciones meteorológicas adversas y con escasa iluminación solar durante el invierno boreal.

La misión CryoSat de la ESA, lanzada en abril de 2010, está estudiando las variaciones en el espesor del hielo marino.

En cuanto se dispongan de varios años de datos de CryoSat, será posible detectar pequeños cambios con gran precisión.

La misión SMOS de la ESA proporciona información complementaria sobre la extensión de las banquisas árticas, y sobre el espesor de las capas de hielo más finas.

Los datos generados por los satélites ayudan a comprender y a gestionar el cambio climático de forma más eficiente. Las medidas realizadas a lo largo de las últimas décadas constituyen un registro fiable de la evolución de las variables climáticas de nuestro planeta, y resultan imprescindibles a la hora de intentar comprender sus mecanismos de cambio.

La Iniciativa de la ESA para el estudio del Cambio Climático mantiene un archivo de datos que se remonta tres décadas, en el que se almacenan las medidas realizadas por los distintos satélites de la Agencia y de sus Estados miembros.

Esta información, combinada con los datos recogidos por las nuevas misiones, permite confeccionar rigurosos informes sobre un gran rango de variables climáticas, entre las que se incluyen la extensión y el espesor del hielo marino.

El programa para la Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad (GMES) prestará especial atención a la evolución del hielo ártico a través de su componente “Polar View”.



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