Alaska sufre enormes pérdidas de tierra helada

“La temperatura del permafrost en el 2016 alcanzó valores que supusieron un récord negativo desde 1979 -año en que se iniciaron las mediciones por satélite- y se espera que los datos de este año lo superen. Con los valores de la temperatura global sucede exactamente lo mismo”, indica a este diario Ted Schuur, profesor de ecología de ecosistemas del Centro para la Ciencia y Sociedad de Ecosistemas (Ecoss) de la Universidad del Norte de Arizona.

“Todos los aumentos de temperatura cambian el estado del permafrost. Los niveles actuales de temperaturas globales (y árticas) alcanzan nuevos registros y el permafrost responde de la misma manera”, explica Schuur, que señala que “en el sur de Alaska la temperatura del permafrost está cerca del punto de congelación (0ºC), por lo que es muy susceptible al calentamiento, y en el norte (mucho más frío) experimenta cambios más rápidos de lo que se pensaba hace unos años”.

Los datos aportados por los científicos del Centro de Investigación Woods Hole, que estudian los efectos que produce el cambio climático sobre el terreno, verifican las palabras de Schuur. A 600 km al sur del Círculo Polar Ártico, a un metro bajo el suelo congelado, han detectado temperaturas de tan solo -0,5ºC. Incluso en el norte de Alaska, los científicos ven cambios severos. 

“Las temperaturas a una profundidad de 20 metros han aumentado en 3ºC los últimos decenios”, señala Vladimir E. Ramonovsky, investigador del permafrost de la Universidad de Alaska, según The New York Times. Los cambios cercanos a la superficie aún son mayores. “En algunos lugares del norte, las temperaturas del permafrost en la parte más superficial han subido de -8ºC a -3ºC” según Ramonovsky. Temperaturas que no se alejan mucho de los 0ºC.

A este ritmo de crecimiento de la temperatura global, “en el año 2050, a profundidades de un metro, el 50% del permafrost se habrá descongelado. Para el 2100, sólo permanecerá el 10% del que existía a finales del siglo XX”, según las previsiones de algunos modelos cien­tíficos como los elaborados con­juntamente por Drew Slater, ex­miembro del personal científico del Centro Nacional de Datos sobre Hielo y Nieve de EE.UU. (NSIDC en sus siglas en inglés), fallecido hace menos de un año, y Dave Lawrence, científico del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAR, en sus siglas en inglés).

El calentamiento global en el Ártico se produce dos veces más rápido que en el resto del planeta. Se debe, principalmente, “al efecto de retroalimentación albedo”, según explica a este diario Ted Scambos, científico principal del NSIDC. El albedo es la cantidad de radiación solar que al chocar con la superficie terrestre vuelve rebotada a la atmósfera. Las zonas claras como las que están cubiertas de nieve y hielo reflejan más la radiación solar (tienen un albedo alto) y producen un efecto de enfriamiento. 

Mientras, las zonas más oscuras, como los bosques, absorben más luz y, por ello, se produce el efecto contrario que contribuye al calentamiento mundial. “A medida que más nieve y hielo se derriten en las tierras árticas y el Océano Ártico (a causa del cambio climático), la superficie que hay debajo del hielo (tierra u océano oscuro) absorbe más calor del sol, calentando el aire y las capas superficiales”, aclara Scambos.



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