Como antes lo fueron los artículos procedentes de los bosques para frenar la deforestación del planeta y las talas indiscriminadas -hasta el punto de que algunos países ya solo aceptan madera o productos procedentes del bosque si están certificados-, las empresas y pesquerías persiguen cada vez más el sello que acredita que sus capturas se han obtenido de una forma respetuosa con el medio ambiente, con la conservación y con la biodiversidad.

 Del sello se encarga la organización internacional MSC (Marine Stewardship Council), una entidad independiente y sin ánimo de lucro en la que están representadas empresas, pesquerías, organizaciones conservacionistas, consumidores o cadenas de distribución.

 Laura Rodríguez, responsable de MSC para España y Portugal, ha subrayado que la mala gestión de las existencias de los caladeros ha perjudicado en muchas ocasiones a las especies que se perseguían y a la biodiversidad de la zona -ha citado como ejemplo los caladeros de anchoa del Cantábrico- y ha asegurado que la pesca certificada garantiza la gestión sostenible de los mismos y que los recursos, los pesqueros y los naturales, perduren.

“La legislación europea es muy rigurosa y se ha avanzado mucho en información científica y en asegurar las condiciones laborales o la protección ambiental, pero siguen existiendo pesquerías en Europa que no se gestionan bien”, ha manifestado Laura Rodríguez a EFE.

 Las pesquerías bien gestionadas, ha incidido la responsable de MSC, no sólo aseguran los recursos a largo plazo, sino que presentan una mayor abundancia de peces e impactan de forma positiva en los recursos naturales como los fondos marinos o en las aves marinas.

 La certificación ya ha demostrado beneficios ambientales 

 En España, varias empresas y pesquerías están ya certificadas, y aunque la mayor parte de ellas desarrollan su actividad en aguas lejanas (en el Mar de Barents o en el Atlántico noroeste) otras lo hacen en aguas españolas e incluso en espacios que están incluidos en la red ecológica europea Natura 2000, en los que la UE pretende asegurar que la conservación y la actividad económica sean plenamente compatibles.

 En muchos lugares del mundo, también de Europa y de España, la certificación ha contribuido a dar más valor a los productos extraídos del mar de una forma artesanal y manual, y a desterrar algunos sistemas de extracción más destructivos de los fondos marinos, poco selectivos en las capturas y nada respetuosos con el medio ambiente.

 Laura Rodríguez ha subrayado que los programas de certificación ya han generado numerosos beneficios medioambientales en muchos lugares del mundo, al minimizar los impactos sobre los hábitats, y ha subrayado el creciente interés de los consumidores de muchos países (es el caso del Reino Unido, Alemania, Suiza, Francia u Holanda) por adquirir productos procedentes del mar con la garantía de que se han extraído de una forma plenamente sostenible.

 Tienen esa garantía algunas pesquerías españolas como la merluza de pincho o la anchoa del Cantábrico; otras, como el pulpo gallego, el bonito del Norte o la sardina, están en el proceso para lograr esa certificación y el sello que acredita su sostenibilidad.

 200 millones de personas dependen de la industria pesquera 

 La responsable de MSC en España ha apuntado el creciente número de empresas y cadenas de distribución con una política de compras muy rigurosa y que exigen productos procedentes de empresas y de pesquerías certificadas.

 Laura Rodríguez ha explicado que la sobreexplotación de los recursos repercute de forma muy negativa en la biodiversidad y conduce en muchos casos al cierre de los caladeros, con el consiguiente impacto socioeconómico sobre las comunidades que dependen de esos recursos.

 Considerados como la “gran despensa” (alimentaria y farmacológica) del futuro, los océanos van a sufrir de una forma “drástica” fenómenos como el del cambio climático, por lo que a su juicio la comunidad internacional tiene que adoptar decisiones “valientes” para asegurar la disponibilidad de recursos marinos también para las generaciones futuras.

 Y es que unos 200 millones de personas dependen directa o indirectamente de la industria pesquera como medio de vida y 1.000 millones de personas dependen del pescado como única fuente de proteínas, según datos de esta organización, que ha subrayado que para ellos la pesca sostenible “es una necesidad, no un lujo” y que la alternativa a esa explotación sostenible de los recursos “es el colapso, la pobreza y el hambre”. 



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