El 7 de septiembre de 1936, el último tigre de Tasmania, cautivo en el zoo Beaumaris de la ciudad tasmana de Hobart, murió por culpa de la negligencia de sus cuidadores, que lo dejaron a la intemperie en una época de cambios meteorológicos extremos. Los otros ejemplares de esta especie, un carnívoro marsupial originario de Australia, habían sido tiroteados hasta la extinción por cazadores y pastores, mientras el Gobierno local pagaba una recompensa por cada cabeza entregada.

Más de 70 años después, el tigre de Tasmania, también conocido como tilacino, ha resucitado. Investigadores de las universidades de Melbourne (Australia) y Texas (EEUU) insertaron genes de tigre de Tasmania en un ratón y han observado su función biológica. Es la primera vez que se usa ADN de una especie extinta para inducir una respuesta funcional en otro organismo vivo.

Los autores del estudio, publicado ayer en la revista PLoS ONE, extrajeron ADN de un ejemplar de tilacino -conservado en etanol en el Museo Victoria de Melbourne- y lo encajaron en un embrión de ratón. Aunque los mamíferos placentarios, como los roedores, divergieron de los marsupiales hace 150 millones de años, el gen fue capaz de desarrollar cartílagos y huesos en su nuevo anfitrión, al igual que un gen homólogo presente en los ratones.

Según uno de los responsables de la investigación, Richard Behringer, de la Universidad de Texas, este estudio tiene un enorme potencial para muchas aplicaciones, como el desarrollo de nuevos biomedicamentos y el avance en el conocimiento de la biología de los animales extintos.

"Neandertalizar" ratones

El investigador Carles Lalueza Fox, responsable de la primera recuperación de ADN de un neandertal ibérico, cree que este tipo de estudios es "el futuro de la paleogenómica", la disciplina científica que estudia el ADN encontrado en fósiles y su relación con el ADN moderno.

Lalueza, de la Universidad Pompeu Fabra, determinó en octubre de 2007 que algunos neandertales eran pelirrojos. Lo hizo gracias al análisis in vitro de un gen responsable de regular la pigmentación de la piel extraído de huesos fósiles. Pero todavía no ha dado el salto al análisis in vivo. "En el futuro, tendremos que neandertalizar ratones porque es el paso lógico en este tipo de estudios para poder saber qué función tienen algunos de los genes recuperados", asegura.



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