Estos curiosos cuerpos de hielo aún no están contemplados en la legislación chilena, tal parece que no sabemos muy bien por qué están allí, desde cuándo y para qué sirven en realidad.

Lo que sí sabemos es que están allí hace miles de años, incluso desde antes que el ser humano llegara a estos confines del planeta. Todo indica que son restos relictos, algo así como fenómenos naturales que sobreviven al paso de los tiempos. En este caso son relictos de la última glaciación, cuando buena parte del Cono Sur de Sudamérica estaba cubierta con hielos.

Estos residuales no son fuentes de agua como se dice por allí. Un glaciar sano, bien congelado, no debiese perder mucha agua cada año. Por eso se dice que son hielos milenarios, tienen agua pura atmosférica almacenada y congelada hace miles de años.

En la plataforma Antártica hay hielos que tienen hasta 4.000 metros de espesor. De acuerdo a las medidas, en esos sitios se depositan hasta 20 cm de agua atmosférica congelada cada año, no nieva. Por lo anterior, gracias a que el agua es incompresible, encerrada en las burbujas de aire de esos hielos está la historia de la atmosfera de la Tierra desde hace 20.000 años. Un hecho científico que finalmente demostró que, sólo en los últimos 200 años, el CO2 en la atmósfera aumentó radicalmente generando el actual calentamiento global, hecho catastrófico y antropogénico sobre el que ya no quedan muchas dudas.

También es interesante que los glaciares continentales, por pequeños que sean, son las masas más frías del territorio donde se encuentran y, por lo tanto, cuando caen nevazones en nuestra cordillera, los glaciares gobiernan el modo en que se conserva esa nieve caída, para su gradual derretimiento y eso sí que corresponde a fuentes de agua líquida que alimentan nuestro territorio. El papel aquí de los glaciares es fundamental. Sin ellos difícilmente tendríamos nieves conservadas a derretir y agua en nuestros territorios poblados.

He estado como investigador en glaciares pequeñitos y frágiles, a 5.200 metros de altura en pleno Desierto de Atacama, bajo la mirada codiciosa de Barrick Gold, que ya destrozó los glaciares cerca de Pascua Lama y fue multada por ello, que se apronta luego con Cerro Casale, un petitorio de oro más grande que Pascua Lama. La minera de oro más grande del mundo sabe que no hay legislación chilena respecto de los glaciares. Allí hay un punto interesantísimo de estudiar para legislar. Si no, por omisión legislativa, el agua de la zona de Copiapó peligra mas allá de lo deteriorada que ya está.

También he estado en glaciares enormes, como lo son nuestros Campos de Hielo Norte y Sur, que son la reserva de agua dulce congelada continental más grande del planeta. 120 km de largo el Campo de Hielo Norte y 350 km de largo el Campos de Hielo Sur, con cientos de metros de profundidad y unos 60 km de ancho, mantienen congelados miles de millones de toneladas de agua dulce relicta. Son el último remanente masivo de la era glaciar. Del gigantesco plató de Campos de Hielos se descuelgan enormes y majestuosos glaciares, casi desconocidos para los chilenos, como el Glaciar O’Higgins, el Montt o el mismo San Rafael.

Una reserva de agua dulce de estas dimensiones, en una era humana donde el agua dulce escaseará en todos lados, es de todas maneras un territorio estratégico para el desarrollo chileno los próximos cientos de años. Aquí sí que es urgente legislar con altura de miras y en profundidad. Por ahora, salvo los nuevos refugios científicos que hemos ayudado a instalar junto al MOP y al Ejército de Chile, algunas esforzadas expediciones, poblados de pioneros como Villa O’Higgins y uno que otro turista, hay que reconocer que los tenemos brutalmente abandonados.

El abandono de alguna manera los salva, pero ya hay demasiados ojos mirándolos con ánimos de lucro y posesión. Por lo tanto, es un deber de la República de Chile legislar adecuadamente sobre su conservación y potenciales usos.

Indudablemente una masa de hielo de esas dimensiones está íntimamente relacionada con el clima global, por supuesto con el clima de nuestro propio territorio, está asociada a los vientos atmosféricos, a las precipitaciones, a las corrientes marinas, a los riquísimos biosistemas que los rodean. En fin y sin exagerar, está asociada al clima y biodiversidad de la Tierra, al igual que las otras reservas mundiales, Groenlandia y la Antártica.

Al igual que la Antártica, nuestros glaciares debieran estar sometidos a un protocolo de conservación, como el Protocolo de Madrid, que prohíba las extracciones mineras, la prueba y manejo de armas, que sean un territorio dedicado a la paz, a la ciencia, la conservación y un turismo regulado y respetuoso.

Escribo desde la poca experiencia que tenemos. Con la Unidad de Arquitectura Extrema de la Universidad Técnica Federico Santa María, hemos estado trabajando e investigando en la plataforma polar de la Antártica, hemos estado en Campos de Hielo Norte, Campos de Hielo Sur, glaciares de Santiago y del Desierto de Atacama. Nos damos perfecta cuenta de que nuestros territorios glaciares son de importancia global, que son una ventana increíble para la ciencia y la investigación ambientalmente responsable.

Es políticamente urgente que los glaciares sean considerados una particularidad valiosísima del territorio. Por lo tanto, hay que pensar, proponer y legislar al respecto.

Por Pedro Serrano, Director Unidad de Arquitectura Extrema. Universidad Técnica Federico Santa María (Valparaíso)



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