Es difícil imaginar la muerte de un gigante milenario. Mucho más cuando este muere de sed, exactamente en el mismo lugar donde nació. Pues bien, es lo que ha pasado en el sur de África en los últimos 12 años: 10 de los baobabs más grandes y antiguos han fallecido, probablemente a causa de la sequía aguda y prolongada que azotan actualmente a la región austral del continente.

Estos árboles imponentes de tronco grueso, que reinan en las sabanas africanas, pasaron a ser parte del paisaje literario universal bajo la pluma de Saint Exupéry, por las preocupaciones de El Principito, quien buscaba a toda costa impedirles que invadieran y destruyeran su hogar, el asteroide B-612.

Más allá de la referencia imaginaria, la pérdida de estos baobabs ilustra el efecto devastador que puede llegar a tener un fenómeno climático extremo, como la sequía, para la vida en nuestro planeta.

A lo largo de nuestra historia y en todo el mundo, existe evidencia de episodios de sequía intensos, como el ocurrido en la península de Yucatán durante el primer milenio después de Cristo.

Este episodio probablemente contribuyó a la desestabilización de la civilización maya, por daños socioeconómicos irreparables a causa de la disminución de la producción agrícola de cultivos base como el maíz.

Sin embargo, desde 1970, la sequía ha afectado a más personas en el mundo que cualquier otro fenómeno natural, con una frecuencia e intensidad sin precedentes, debido al cambio climático.

¿Cuándo hablamos de sequía?

Cuando la disponibilidad de agua disminuye temporalmente por la falta de lluvia en una zona geográfica determinada.

Se dice que trae consigo escasez de agua cuando se llega a una desigualdad entre el suministro disponible y el nivel de demanda para consumo humano, agrícola o industrial de manera que imposibilite cubrir todas las necesidades para el funcionamiento propicio de una sociedad.

En Latinoamérica y el Caribe, una región con más de un tercio de las reservas de agua dulce del mundo o, en otras palabras, una disponibilidad per cápita de 23.000 metros cúbicos al año, un 300% más que el promedio mundial, la sequía no debería de traducirse sistemáticamente en escasez.

Sin embargo, en los últimos cinco años, urbes como Ciudad de México, Ciudad de Panamá, Kingston, La Paz y São Paulo, han pasado por sequías extremas que han afectado gravemente inclusive la disponibilidad de agua para consumo humano.

Para las empresas proveedoras de servicio de agua potable y saneamiento, estos episodios se suman a los grandes desafíos que enfrentan para poder asegurar un suministro sostenible de agua potable.

Estos retos están ligados a la presión demográfica ocasionada por una urbanización rápida y muchas veces desordenada, al crecimiento económico que puede generar competencia entre los usuarios de una misma cuenca y cambios en los patrones de consumo, todo esto acentuado por el cambio climático que fragiliza la sostenibilidad de los ecosistemas.

Contaminación y sobreexplotación de las fuentes

Otra amenaza latente a la disponibilidad del agua es la contaminación y sobreexplotación de las fuentes.

En Latinoamérica, por ejemplo, las ciudades tratan en promedio menos del 20% de las aguas residuales, que pueden ser usadas para actividades cotidianas como lavarse las manos.

En muchos casos, las empresas operadoras se ven obligadas a buscar el agua cada vez más lejos, lo que reduce su capacidad para responder a choques externos, como las sequías.

Asimismo, la baja cobertura de servicio, el mal estado de la infraestructura y la falta de capacidad financiera e institucional de las empresas impiden a las mismas el poder aumentar los niveles de abastecimiento en condiciones de escasez.

Ahora bien, las empresas deberían adoptar soluciones innovadoras (tecnologías o prácticas de gestión, muchas ya existentes y que han probado ser costo eficientes) para prevenir y atenuar las consecuencias de las sequías y otros eventos climáticos.

Por ejemplo, las tecnologías inteligentes de infraestructura hídrica pueden contribuir significativamente a la reducción de costos y pérdidas de agua debido a fugas en la red o una gestión comercial inadecuada; así, se favorece tanto la operación como el mantenimiento eficiente de la infraestructura hídrica, además de una toma de decisiones basadas en información confiable.

El marco legal y regulatorio también es clave para las empresas, quienes deben coordinar, colaborar y planificar con diferentes actores para asegurar una asignación óptima de los recursos hídricos disponibles.

Esto es crítico cuando se quiere implementar soluciones resilientes al cambio climático, como conservación de cuencas; o introducir fuentes no convencionales, como desalinización o reuso.

Importancia del lado humano

Cabe resaltar la importancia del lado humano en todo el ciclo del agua: la comunicación clara y fidedigna es imprescindible para garantizar el apoyo y la participación pública.

Así, el trabajar de cerca con comunidades y líderes sociales es clave para promover la adopción de comportamientos positivos para la conservación y el uso eficiente del agua, lo que habilita a su vez una transición desde la abundancia hacia una cultura de uso y consumo responsable.

No podemos evitar las sequías, pero a diferencia de nuestros antepasados, estamos en capacidad de planificar y prepararnos para ser resilientes y paliar su impacto, cuidando nuestros recursos y asegurándonos que los baobabs persistan milenariamente en la Tierra e inclusive en el pequeño astro de El Principito.

Fuente: EL PAÍS / ANA MARÍA NÚÑEZ,

Artículo de referencia: https://elpais.com/elpais/2018/11/09/planeta_futuro/1541768868_925971.html,



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