La Fundación Antama aseguró el viernes que el etiquetado que informa de la presencia de transgénicos en un alimento garantiza la libertad de elección de agricultores y consumidores, pero criticó que la normativa sea más "exigente" con este tipo de productos que con el resto.

En este sentido, señaló que una bebida no alcohólica no tiene que informar en su etiqueta de la presencia de alcohol, a menos que el contenido sea superior al 1,2 por ciento, y sin embargo, un alimento que contenga trasngénicos tiene que advertirlo si su presencia es superior a un 0,9 por ciento.

Igualmente, "mientras que la influencia permitida de una semilla modificada genéticamente no llega al 1 por ciento, los productos ecológicos pueden contener hasta un 5 por ciento de ingredientes no ecológicos", agrega.

No obstante, pese a este "umbral más estricto", Antama reconoce que etiquetar los productos transgénicos permite, no sólo que los consumidores puedan elegir, sino también que cada productor opte libremente por la semilla que quiere cultivar sin que se den más problemas de coexistencia que los que se producen entre variedades convencionales con otras actividades agrarias.

"La coexistencia entre distintos tipos de cultivo no es algo nuevo en la agricultura. Pese a que a día de hoy no exista una normativa específica que lo regule, los agricultores siguen unos procedimientos que garantizan la mínima influencia entre cultivos y que aseguran una pureza aceptable del producto", señala.

Así, explica que los agricultores se valen de técnicas como mantener distancias de aislamiento entre los distintos cultivos, establecer diferentes fechas de floración o crear barreras protectoras de polen cuando son necesarias para evitar que unos cultivos "contaminen" a otros.

"La coexistencia es posible y, aunque ahora esté de moda hablar de ella, lleva produciéndose en los campos de todo el mundo desde los comienzos de la agricultura", concluye.



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