Aunque su nombre induzca a pensar todo lo contrario, la biomasa fue el primer combustible utilizado por la humanidad. De una forma genérica, se entiende por biomasa toda masa de material vivo renovable presente en un organismo u organismos, incluyendo parte de material inerte, como el pelo y las plumas de los vertebrados o la pulpa de los árboles. Todo este conjunto tiene como denominador común que la materia orgánica proviene, directa o indirectamente, del proceso de fotosíntesis, razón por la que se presenta de manera periódica y no limitada en el tiempo. Su desarrollo está muy ligado a las actividades agrícolas y forestales y a los residuos que éstas producen.

La energía que se puede obtener de la biomasa proviene de la luz solar, que, gracias al proceso de fotosíntesis, es aprovechada por las plantas verdes mediante reacciones químicas en las células vivas para coger dióxido de carbono del aire y transformarlo en sustancias orgánicas. Con este proceso de conversión, la energía solar se transforma en energía química que se acumula en diferentes compuestos orgánicos y que es incorporada y transformada por el reino animal y vegetal que, por su parte, la transforma mediante procedimientos artificiales para obtener bienes de consumo.

La cantidad de energía solar almacenada en la biosfera en forma de biomasa es aproximadamente de 1,5 x 1022 J, lo que equivale a una tasa de producción media de 1,33 x 1014 W. La biomasa viva por unidad de superficie es pequeña en los océanos y grande en los bosques tropicales. La tasa media de producción en tierra firme es de 7,6 x 1013W.

Las posibilidades de aprovechamiento energético de la biomasa son muy diferentes y están muy ligadas a la posibilidad de otros usos de los residuos de madera y agrícolas como materia prima, alimento o material reciclable. El concepto de biomasa energética incluye los materiales de origen biológico que no pueden ser utilizados con finalidades alimentarias o industriales. No se puede obviar que las plantas y otras formas derivadas de la biomasa sirven al hombre de más maneras que como fuentes de energía, por ejemplo como alimento, medicinas, como materiales de construcción y, en el caso de las plantas verdes, como productores de oxígeno. El aspecto alimenticio de la biomasa no es más que un uso energético indirecto, ya que la humanidad y los animales transforman la energía almacenada en las plantas, por medio de procesos metabólicos, en la energía vital que necesitan. Y más que eso, ya que a su vez las plantas son fuente de nutrientes y vitaminas.

Desde hace relativamente poco, la generación de residuos urbanos e industriales se ha incrementado de tal forma que actualmente su gestión y tratamiento supone uno de los principales problemas ambientales de nuestra sociedad. La valoración energética de la parte orgánica de estos residuos, combinada con procesos de recogida selectiva, constituye una opción de aprovechamiento limpia y efectiva.

Desde un punto de vista de aprovechamiento energético, la biomasa se caracteriza por tener un bajo contenido en carbón y un elevado contenido en oxígeno y en compuestos volátiles. Los compuestos volátiles, con presencia de dióxido de carbono, monóxido de carbono e hidrógeno, son los que concentran una gran parte del poder calorífico de la biomasa. Su poder calorífico depende mucho del tipo de biomasa considerada y de su humedad. Esta característica, junto con el bajo contenido en azufre, la convierten en un producto especialmente atractivo para ser aprovechado energéticamente.

Es importante destacar también el aspecto ambiental de la biomasa. Su aprovechamiento energético no contribuye a aumentar el efecto invernadero ya que el balance de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera es neutro. En efecto, el dióxido de carbono generado en la combustión de la biomasa es reabsorbido mediante la fotosíntesis en el crecimiento de las plantas necesarias para su producción y, por tanto, no incrementa la cantidad de CO2 presente en la atmósfera. Por el contrario, en el caso de los combustibles fósiles, el carbono que se libera a la atmósfera es el que se ha fijado en la tierra durante miles de años.



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