Lo hace como coordinador del proyecto europeo BUGWORKERS, de 48 meses de duración, y en el que participan un total de 15 socios europeos entre los que destaca la también valenciana FERMAX y el centro tecnológico vasco TECNALIA.

El residuo que se ha elegido para llevar a cabo las investigaciones es la paja de trigo por su bajo coste y su elevada disponibilidad, sobre todo en el centro de Europa. De esta manera se ha conseguido dar un elevado valor añadido a un residuo que en BUGWORKERS constituye el 100% del aporte de materia prima para la producción de un plástico biodegradable.

Nanofibras de celulosa como refuerzo

En el proceso de elaboración del bioplástico se parte de una bacteria que se alimenta con azúcares extraídos de la paja de trigo, y que sintetiza el innovador material (en el interior de su organismo convierte el azúcar en el bioplástico). Del mismo residuo agrícola se consiguen extraer nanomateriales (como las nanofibras de celulosa y las nanopartículas de lignina) que constituyen el aditivo clave para mejorar las propiedades del material, y que hacen posible su utilización en sectores como el de la electrónica o la fabricación de electrodomésticos de gama blanca.

Hasta el momento, los socios de BUGWORKERS han logrado buenos resultados en la eficiencia del proceso que ahora se va a llevar a escala industrial. Estos resultados ya permiten hablar de unos costes y propiedades competitivos. “Es necesario un alto rendimiento en el proceso de síntesis de bioplástico mediante el uso de bacterias para poder hablar de un producto competitivo a nivel de costes, y en BUGWORKERS se están consiguiendo resultados muy positivos en este respecto”, señala Ana Espert, coordinadora técnica del proyecto en AIMPLAS.



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