Esta semana se ha conocido que algunas de las iniciativas puestas en marcha por las grandes distribuidoras para reducir las bolsas de un solo uso no siguen adelante por motivos comerciales. Se demuestra una vez más que los acuerdos voluntarios no son suficientes para conseguir objetivos ambientales.

El Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino planteó en su Plan Nacional Integrado de Residuos la reducción del 50% de las bolsas de un solo uso distribuidas en España para finales de 2010. Para conseguir este objetivo, las grandes empresas distribuidoras ofrecieron su colaboración para evitar así una legislación vinculante.

Sin embargo, a seis meses de cumplirse el plazo marcado, y debido a que las medidas medioambientales no siempre tienen buenos resultados comerciales, algunas de las iniciativas de una de las más importantes empresas de distribución, como la de cobrar las bolsas al final de la línea de caja, se están eliminando, impidiendo de esta manera la consecución de los objetivos marcados.

Amigos de la Tierra solicitó hace un año que se tomaran medidas legislativas de reducción de bolsas de un solo uso, ya que está demostrado que los acuerdos voluntarios no funcionan. Según Alodia Pérez, responsable del área de residuos de Amigos de la Tierra: “Existen muchos casos que prueban que contar con la buena voluntad de las empresas no es suficiente. El caso de Irlanda es muy ilustrativo: se alcanzó tan sólo una reducción del 5% de las bolsas distribuidas con acuerdos voluntarios, y en cambio una reducción del 95% mediante la imposición de una tasa de 20 céntimos por bolsa. Sin embargo, en España, hasta el momento, nunca se ha dado un paso más allá de los acuerdos voluntarios con empresas.

Por otro lado, las medidas tomadas por algunas de estas distribuidoras no sólo no solucionan el problema, sino que pueden crear problemas adicionales. La distribución gratuita o muy económica de bolsas biodegradables traslada la demanda de recursos naturales para la fabricación de las bolsas del petróleo a cultivos de maíz y patata. En un mundo donde los recursos naturales (incluidos las tierras de cultivo) serán cada vez más escasos, la sostenibilidad pasa por una reducción en términos absolutos del uso de recursos y no por la sustitución de unos por otros. A esto se añaden los impactos inherentes al modelo de agricultura industrial – que llega a su paroxismo cultivando patata para fabricar plástico – como la extensión de los monocultivos, el empleo abusivo de productos químicos o la introducción de transgénicos, que ponen en peligro la biodiversidad tanto agraria como silvestre, provocan contaminaciones, desplazan cultivos para alimentación y amenazan la soberanía alimentaria.

La única opción realmente ecológica es el empleo de alternativas de transporte reutilizables, como bolsas de tela, carritos, cestas, capazos o cajas, entre otras. Y a pesar de que cada vez hay más personas y colectivos concienciados con el uso de estos medios (lo que queda reflejado en el número de adhesiones a la campaña Zona Libre de Bolsas de Amigos de la Tierra), es necesario que el Gobierno establezca medidas legislativas vinculantes, y no deje en manos de las empresas el cambio de actitud, ya que está demostrado ampliamente que éstas siempre antepondrán los intereses comerciales ante los beneficios medioambientales.



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