El objetivo es proporcionar herramientas para la selección, el diseño y la gestión de las zonas marinas protegidas costeras cuando el tiempo, el presupuesto o las presiones humanas crecientes crean la necesidad urgente de establecer prioridades a plazo temporal fijo.

La metodología se basa en el aprovechamiento de la información ya existente sobre la zona de estudio, el conocimiento de los agentes locales y el diseño de un sistema de optimización de los muestreos de campo. Esta metodología permite obtener diferentes indicadores físicos, ambientales y socio-económicos. La información se ha integrado en un Sistema de Información Geográfico (GIS) capaz de generar salidas en forma de mapas temáticos que sirven de apoyo a los gestores tanto en el diseño de zonas de protección como en el proceso previo de discusión con agentes locales.

El producto final obtenido informa a los gestores acerca de las áreas de estudio, a través de múltiples aspectos que se han de tener en cuenta en la gestión integrada de las costas.

Aunque originalmente el método fue propuesto para su uso generalizado en el Mediterráneo, esta metodología puede ser adaptada para su uso en otras regiones.

Según Álvarez "el porcentaje total de las aguas del Mediterráneo que ha sido evaluado hasta este momento, desde un punto de vista de conservación, es pequeño, lo que hace difícil el diseño de áreas marinas protegidas". La mayor parte de las zonas estudiadas se concentra en los países desarrollados de la zona norte, impulsada su declaración por los nuevos espacios seleccionados bajo las directrices de la directiva Hábitat y la Red Natura 2000.

Sin embargo, esta evaluación se centra en la determinación de los hábitats prioritarios para la Unión Europea. En este contexto quedan grandes zonas del Mediterráneo con importantes carencias de información ambiental básica o de usos, actividades y explotaciones para el desarrollo adecuado. Todo ello, considerando que muchos países del Mediterráneo son firmantes de la Convención para la Diversidad Biológica, que en la conferencia de Nagoya en 2010 estableció como objetivo para el 2020 proteger un 10 por ciento de la superficie marina.

“Esta herramienta facilita la adquisición de información necesaria para alcanzar estos objetivos desde un punto de vista multidisciplinar”, concluye Álvarez.



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