1.      Que la reforma energética que ha aprobado en parte (y el resto en tramitación urgente) el gobierno constituye el ataque definitivo contra el modelo energético limpio y al servicio de la ciudanía que demanda el planeta y nuestra sociedad. Que los únicos que salen indemnes son, una vez más, las poderosas empresas que dominan el sector eléctrico. Por mucho que nos intenten convencer de que el sacrificio que se impone a los distintos agentes es equilibrado, es evidente que las compañías del lobby eléctrico van a acabar repercutiendo a los consumidores los recortes que ahora se les aplican. Serán esos mismos consumidores, junto con los contribuyentes vía Presupuestos Generales del Estado y, sobre todo, los productores de electricidad renovables los que sufrirán íntegramente el ajuste.

2.      Que con la propuesta de regulación del autoconsumo, el gobierno manda una señal: no importa reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, no importa el cambio climático, no importa el desempleo, ni importa hacer desaparecer un sector productivo en el que, por una vez, nuestro país se había colocado en una posición de vanguardia. Lo único que importa es acabar con el déficit de tarifa, afectando lo menos posible a la cuenta de resultados de las grandes eléctricas (cuando son estos grandes beneficios los auténticos culpables del déficit).  No se van a poder montar los miles de pequeñas instalaciones ligadas al consumo, a  pesar de no necesitar ya ningún tipo de apoyo económico, simplemente porque la producción de esas plantas, diseminadas por todo el territorio, compite con la electricidad generada por las centrales contaminantes propiedad de UNESA.

3.      Que, como ha demostrado ya repetidamente este gobierno (que votó en contra de la Directiva Europea en ese sentido), el ahorro y la eficiencia constituyen un problema y no una de las herramientas de solución de los graves problemas que enfrentamos en el ámbito energético. En esta ocasión, la propuesta de aumentar el término de potencia en nuestra factura de la luz (la cantidad fija que pagamos, con independencia de que el consumo sea menor o mayor) supone incentivar ese mismo consumo. No nos olvidemos: las grandes eléctricas tienen que vender electricidad para poner a funcionar a sus centrales de ciclo combinado que ahora están paradas.

4.      Que, como se ha demostrado, el poder político y económico está en frente y no a favor del interés general. Que sólo nos queda movilizarnos, participando en las plataformas que defienden el cambio y presionando por todos los medios posibles a los que nos gobiernan.

Pero aún más importante, y este es el mensaje principal que queremos trasladar a la ciudadanía es que no basta con movilizarse, es necesario pasar a la acción. Las organizaciones aquí presentes representamos la vanguardia del hacer en el camino hacia un nuevo modelo energético. Apoyándonos, los ciudadanos van a conseguir mucho más y mucho antes el objetivo que perseguimos: un modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia, las renovables y la soberanía energética.

No nos olvidemos que estas organizaciones representan, hoy en día, el auténtico enemigo a batir. Por eso, necesitamos el apoyo de la ciudadanía, reforzar estos brotes verdes (estos sí que lo son) del cambio de modelo energético (y también económico), porque no podemos salir de la crisis y no dejaremos de padecer crisis cada vez más profundas, sin cambiar estos modelos.



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