Las abejas se avisan del peligro mediante cabezazos

No obstante, al margen del lenguaje verbal, una sociedad compleja como la nuestra se sirve a diario de otros elementos comunicativos. Día a día luces, sonidos, gestos o expresiones nos transmiten una información capital. Y es que aunque el lenguaje hablado tiene un peso importante en este proceso, no se trata, ni mucho menos, del código único de la transmisión de ideas.

Tampoco la capacidad de comunicarse es exclusiva del ser humano. En la naturaleza encontramos multitud de códigos que, a ojos del intérprete adecuado, encierran una valiosa información. De hecho a cada animal le es inherente un tipo de lenguaje, en ocasiones de tal complejidad y sofisticación, que solo ahora tras estudiarlos detenidamente empezamos a entender.

Es el caso de otros seres sociales como algunas especies de insectos. Hormigas, termitas o abejas han desarrollado formas complejas de comunicación y de ellas depende en gran medida su supervivencia como grupo. De hecho, tal es el funcionamiento de estas sociedades que en ocasiones se llegan a contemplar en sí mismas como un solo organismo.

La danza como forma de comunicación

A cada una de estas especies se le atribuye una manera particular de interactuar con sus congéneres. El modo en que los individuos de estas colonias se informan de la localización del alimento es una muestra de ello y en este sentido un tanto peculiar es el método empleado por las abejas.

Estas recurren a un protocolo que recibe el nombre de la danza de la abeja: una serie de movimientos y florituras que sus compañeras observan e interpretan. Se trata de un “baile” mediante el cual una abeja transmite a sus iguales la información, por ejemplo, sobre el lugar y la distancia a la que se encuentra el néctar del que se alimentan con el fin de que otra pueda localizar la fuente del suministro.

Si los científicos ya se mostraban fascinados por este modo de comunicación, ahora un nuevo estudio ha ido un poco más allá y ha puesto de manifiesto la capacidad de las abejas para emitir otro tipo de indicaciones: sofisticadas señales de advertencia de peligro. De este modo se les otorga a las abejas la capacidad de discriminar entre distintos tipos de contingencias que bien podrían afectar a la colonia, bien a las recolectoras que se encuentran fuera de la colmena, así como indicar el grado y la naturaleza de la amenaza.

Todo comenzaría hace seis años cuando James Nieh, profesor de biología en la universidad de San Diego, descubrió que, cuando las recolectoras de Apis mellifera -abejas europeas de la miel- detectaban un peligro o eran atacadas en sus expediciones en busca de alimento, regresaban a la colmena para entregar una señal de aviso que pusiera en alerta a sus compañeras. Dicha señal inhibía la danza de la abeja, evitando el reclutamiento para la búsqueda de alimento.

Tras el descubrimiento, su siguiente objetivo fue comprobar si este comportamiento similar en otras especies de abejas. De esta manera, en colaboración con la Academia China de Ciencias y el Instituto de Investigación de Abejas del Este, llevó a cabo su investigación en la Universidad Agrícola de Yunnan a través del estudio de Apis cerana. Esta, es una variedad asiática de abeja de la miel que se extiende a través de Asia meridional y oriental, desde la India hasta China y Japón.



0 0 votes
Valoración
Suscribir
Notificar de
guest

0 Comentarios
Inline Feedbacks
View all comments