Por lo tanto, a pesar de que la biomasa se ha reducido debido a la pesca, ha crecido la tasa de supervivencia de las larvas, así como las posibilidades de que una generación abra paso a otra generación fructífera. Goikoetxea ha presentado su tesis en la UPV/EHU: Influence of the northeastern Atlantic oceano-meteorological variability on the northern hake (Merluccius merluccius).Analysis of the 1978-2006 period.

Tal y como ha verificado Goikoetxea en su investigación, los factores relacionados con la densidad poblacional (la pesca y el impacto que esta tiene en el stock de merluzas en edad de fecundar) son, obviamente, importantes para entender la evolución de la especie. Pero tan importantes como estos pueden ser otros asuntos que nada tienen que ver con la densidad, como es el caso de las condiciones ambientales. Tal y como se explica en la tesis, lo ocurrido a partir de la década de los 90 es buena muestra de ello. 

La biomasa baja, el éxito del reclutamiento sube

Goikoetxea ha comprobado que, especialmente entre 1985 y 1990, la población adulta de merluza (SSB o biomasa del stock reproductor) se redujo considerablemente, probablemente debido a la pesca desmesurada. Si se tomara en cuenta únicamente este factor, es lógico pensar que el relevo generacional de la merluza corre peligro año tras año, pero esto no ha sido así. Aunque el SSB y el reclutamiento total (la cantidad de merluzas jóvenes que sobreviven hasta la edad en que son fecundas) se vieron reducidos, a partir de la década de los 90, este reclutamiento ha sido más exitoso. Es decir, de entre las huevas puestas por estas generaciones, en proporción han sido más las que han sobrevivido hasta convertirse en merluzas adultas. La investigadora apunta a la naturaleza: hasta la década de los 90, la pesca perjudicó a la población de merluza, pero desde entonces han surgido condiciones ambientales favorables, las cuales han tenido un impacto mayor que las consecuencias negativas derivadas de la pesca.

Concretamente, Goikoetxea explica que hubo un cambio de régimen ecológico en la plataforma continental en la zona nordeste del Océano Atlántico, lo que templó las aguas que acogen a la merluza europea del norte. El calentamiento ocurrió entre finales de la década de los 80 y mediados de la de los 90. Por una parte, se activó el fenómeno conocido como índice NAO positivo: las bajas presiones en la zona de Islandia bajaron notablemente, de la misma manera en que subieron las altas presiones en las Azores. Simultáneamente, la corriente del Golfo cobró fuerza. Todo esto incrementó el transporte de agua caliente hacia el nordeste. Precisamente, toda la fase de calentamiento y la mejora del éxito del reclutamiento ocurrieron simultáneamente.

Cuanto más templadas, más rápido

Goikoetxea concluye, pues, que las temperaturas templadas pueden ser beneficiosas para la merluza, especialmente en las fases tempranas de su vida. Al haber una subida en la temperatura del agua, se amplía la época y el espacio para la puesta de huevas, por lo que es muy posible que el número de ejemplares supervivientes sea mayor. Asimismo, como las larvas crecen más rápido en temperaturas templadas, su periodo de vulnerabilidad se acorta, y resulta más factible que sobrevivan. Por otra parte, el transporte del agua en dirección nordeste agiliza y facilita la ruta desde las zonas de puesta a las zonas de cría, por lo que las merluzas crecen en lugares más apropiados para ello. Con todo ello, el éxito del reclutamiento asciende.

En consecuencia, aun reiterando que la cantidad de población adulta de merluza (condicionada por la pesca) puede tener mucho que ver en el relevo generacional, el impacto ambiental también se debe tener en cuenta. Entre dichos factores ambientales, Goikoetxea hace referencia al transporte del viento, a las anomalías en la temperatura del hemisferio norte, y a la cantidad de alimento disponible durante la puesta de huevas. 



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