La perdiz roja (Alectorius rufa), con un alto valor ecológico y socioeconómico, elige frecuentemente para anidar campos cultivados, “trampas ecológicas” que no son realmente el medio adecuado, aseguran Fabián Casas y Javier Viñuela, del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (centro mixto del CSIC, la Universidad de Castilla‐La Mancha y la Junta de Castilla‐La Mancha), los dos científicos que han desarrollado la investigación. En concreto, el estudio concluye que la cosecha es la causa principal de la pérdida de nidos: destruye más del 56% de ellos, casi tres veces más que la desaparición provocada por depredadores antropófilos (perros, zorros y urracas).

Los nidos situados en las lindes de los cultivos tienen más éxito

Los investigadores observaron durante tres años el comportamiento y los movimientos de 115 perdices adultas en la Meseta Sur –la zona de mayor densidad de la especie, presente en toda la Península‐ y localizaron sus nidos para comprobar si la incubación y la puesta concluían con éxito, y en caso contrario, determinar la causa del fracaso.

Tras analizar los patrones que seguían a la hora de seleccionar el hábitat para anidar, comprobaron que los nidos situados en las lindes tenían mayor éxito. “Esto podría explicar un patrón que había sido descrito con anterioridad en otros trabajos, pero no del todo bien comprendido: que las perdices son más abundantes en áreas de alta abundancia de lindes”, según Casas y Viñuela.

La disponibilidad de este hábitat, sin embargo, es escasa, un hecho que contribuye a que las perdices sitúen sus nidos principalmente en campos de cereales, donde se encuentran expuestos a las máquinas cosechadoras. “Esto no significa –aclaran los investigadores‐ que las perdices vean disminuidas sus poblaciones sólo por esta razón; hay otras muchas como la sobrecaza, la depredación o amenazas asociadas a las sueltas de las perdices de granja”.

La propuesta de los investigadores

Para los científicos del CSIC, estos resultados indican que el éxito reproductivo de las perdices rojas puede mejorarse con una gestión agraria apropiada, principalmente aumentando y conservando las lindes, y mediante la adecuación de las fechas de cosecha. Estas medidas tendrían efectos positivos en otras especies amenazadas que comparten el mismo hábitat. Las conclusiones de la investigación apuntan por tanto a una clara posibilidad de colaboración entre cazadores y conservacionistas.

“El objetivo común es apoyar las buenas prácticas agrarias que fomenten las poblaciones cinegéticas silvestres y la conservación de las especies amenazadas”, aclaran Casa y Viñuela, cuyo estudio considera una prioridad el cumplimiento de las medidas de ecocondicionalidad reflejadas en la actual Política Agraria  Comunitaria.



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