Uno de los avances más importantes en el ámbito de la salud pública es la desinfección de las aguas potables, una práctica que se ha empleado desde finales del siglo XIX para reducir la incidencia de enfermedades originadas fundamentalmente por su consumo.

Entre los desinfectantes del agua más comunes hoy día se encuentran el cloro, el dióxido de cloro, las cloraminas y el ozono. Sin embargo, estos compuestos químicos son un arma de doble filo ya que durante el proceso purificador del agua y por el que se eliminan los microorganismos, se forman los denominados subproductos químicos de la desinfección. La aparición de estos subproductos se produce fundamentalmente cuando el desinfectante reacciona con la materia orgánica presente en el agua y con los compuestos de bromo que contiene. 

Los subproductos y el efecto sobre los seres vivos

Para medir el nivel de concentración de estos subproductos en el agua y comprobar los posibles efectos en seres vivos, un equipo de químicos pertenecientes al grupo Análisis cromatográfico de contaminantes de la Universidad de Córdoba (UCO) han diseñado una metodología propia basada en la cromatografía de gases y de líquidos y que aplicarán para identificar qué compuestos volátiles y no volátiles han surgido tras la desinfección del agua, al mismo tiempo que podrán cuantificar el porcentaje de cada uno de ellos.

"Utilizamos muestras de orina para evaluar la exposición a estos subproductos. Primero identificamos cada compuesto de manera inequívoca mediante sus espectros de masas. Así comprobamos que no se trata de una interferencia", explica Manuel Silva Rodríguez, catedrático de Química de la UCO y responsable de este proyecto de excelencia financiado con 128.759 euros por la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía.

El agua de la piscina, a examen

En concreto, los científicos de la UCO están estudiando la presencia de estos compuestos en agua de piscinas originados tras su tratamiento, así como su efecto en usuarios y trabajadores de las mismas. 

"El nivel de concentración de estos compuestos tóxicos en la orina está relacionado con la actividad física y el tiempo de exposición. Además, se pueden ingerir al nadar, absorber a través de la piel o simplemente inhalar, ya que son compuestos volátiles en su mayoría", comenta Silva.

En este estudio, los investigadores de la UCO emplearán también técnicas electroforéticas para la separación de estos compuestos de acuerdo a la relación masa/carga de los mismos. "Esta técnica requiere menos cantidad de muestra y menos consumo de disolventes frente a la cromatografía de líquidos", asegura el coordinador del proyecto, para quien esta versión instrumental proporciona además resultados en un tiempo mínimo. "Por todo ello -concluye Silva- estos aspectos la hacen atrayente frente a la cromatografía de líquidos".



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